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Evangelio del dia

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 7 nov
  • 2 Min. de lectura

Jesús enseña con la parábola del administrador astuto que los hijos de la luz deben aprender a usar con sabiduría los bienes y oportunidades de este mundo para servir al bien y prepararse para el Reino de Dios.


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Reflexión periodística – Evangelio del día (Lc 16, 1-8): La astucia del administrador infiel

El Evangelio de hoy presenta una de las parábolas más desconcertantes de Jesús: la del administrador infiel. Un hombre es acusado de malgastar los bienes de su amo, quien lo despide y le exige rendir cuentas. Ante su inminente ruina, el administrador recurre a la astucia: reduce las deudas de los acreedores para ganar su favor y asegurarse un futuro. Sorprendentemente, el amo elogia su sagacidad.


A primera vista, parece que Jesús aprueba el engaño, pero el mensaje va más allá. No se trata de un elogio a la corrupción, sino a la inteligencia práctica y la capacidad de actuar con decisión ante la crisis. El Señor contrasta la habilidad de “los hijos de este mundo” —aquellos que saben moverse con rapidez y estrategia en asuntos materiales— con la pasividad de “los hijos de la luz”, quienes a veces carecen de iniciativa en los asuntos espirituales.


Jesús invita a sus discípulos a aprender del mundo sin caer en sus trampas: a ser previsores, sagaces y creativos para construir el Reino de Dios. La fe, sugiere el texto, no debe ser ingenua ni pasiva; exige compromiso, ingenio y audacia moral.


En un contexto donde la astucia suele confundirse con el oportunismo, esta parábola interpela a cada creyente: ¿usamos nuestras capacidades con inteligencia para hacer el bien? ¿Ponemos la misma energía en servir a Dios que muchos ponen en buscar su propio beneficio?


El administrador injusto fue alabado no por su falta de honradez, sino por su habilidad para reaccionar a tiempo. El Evangelio, entonces, se convierte en una llamada a despertar: la fe necesita la astucia de la esperanza y la estrategia del amor.


“Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.”


Una advertencia que sigue resonando hoy: no basta con ser bueno; también hay que ser inteligente para hacer el bien.

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