Evangelio del dia
- Jaime Rodriguez
- 14 nov
- 2 Min. de lectura
Jesús advierte que la venida del Hijo del Hombre será inesperada y decisiva, como en tiempos de Noé y de Lot, llamando a la vigilancia y a no aferrarse a lo material.

Comentario periodístico–religioso sobre el Evangelio (Lc 17, 26-37)
“El día en que se manifestará el Hijo del Hombre”
En el evangelio de hoy, Jesús utiliza dos episodios emblemáticos del Antiguo Testamento —el diluvio en tiempos de Noé y la destrucción de Sodoma en los días de Lot— para advertir a sus discípulos sobre la naturaleza repentina e inevitable de su manifestación final. La escena tiene un tono de sobriedad extrema: la vida cotidiana transcurre con normalidad —“comían, bebían, compraban, vendían, se casaban”— mientras la humanidad permanece ajena a lo que se aproxima.
Jesús subraya que ese día llegará cuando menos se espere. No será un espectáculo anunciado, sino un quiebre abrupto que revelará la verdad interior de cada persona. De ahí la exhortación insistente a no volver atrás, a desprenderse de lo accesorio y dejar de aferrarse a lo que no salva. Recordar a la mujer de Lot, paralizada por la nostalgia y convertida en estatua de sal, es recordar también el riesgo de la mirada hacia un pasado que Dios ya dejó atrás.
La frase central del pasaje —“El que quiera salvar su vida la perderá, y el que la pierda la recobrará”— es un principio profundamente evangélico: la vida se conserva cuando se entrega, se expande cuando se comparte, y se pierde cuando se encierra en sí misma.
La advertencia final —“donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres”— funciona como un refrán profético: donde hay corrupción o muerte espiritual, allí se manifiesta con claridad el juicio. No se trata de un lugar geográfico, sino de una condición moral y existencial.
En un mundo que avanza entre rutinas, planes y urgencias, este evangelio se convierte en una llamada a la vigilancia interior, a vivir con lucidez y fidelidad cotidiana. Jesús no invita al miedo, sino a la coherencia, a estar preparados desde la vida diaria, manteniendo el corazón orientado hacia lo esencial.












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