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Evangelio del día

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 21 nov
  • 1 Min. de lectura

Jesús expulsa a los vendedores del templo, recordando que es casa de oración y no cueva de bandidos. Cada día enseña allí, mientras las autoridades buscan eliminarlo sin lograrlo, pues el pueblo lo escucha con atención.


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Jesús denuncia la corrupción del Templo y reafirma su misión como maestro del pueblo

Jerusalén.– El Evangelio de este día (Lc 19, 45-48) presenta uno de los momentos más contundentes del ministerio público de Jesús: su entrada al templo de Jerusalén y la expulsión de los vendedores que operaban en su interior.


Según el relato, Jesús irrumpió en el recinto sagrado y se dispuso a echar fuera a quienes comerciaban allí, declarando con firmeza: «Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos». Con esta afirmación, citando las Escrituras, denunció el uso indebido del espacio destinado al culto, señalando la corrupción que había contaminado el lugar más sagrado para el pueblo judío.


Pese a la tensión generada, Jesús continuó enseñando cada día en el templo, atrayendo a multitudes que escuchaban con atención su palabra. No obstante, esta popularidad provocó la reacción de las autoridades religiosas. Los sumos sacerdotes, los escribas y los líderes del pueblo buscaban la forma de acabar con él, aunque no encontraban cómo hacerlo debido al apoyo del pueblo que permanecía pendiente de sus enseñanzas.


El pasaje subraya el contraste entre la autoridad moral de Jesús y las intenciones ocultas de quienes se sentían amenazados por su mensaje, revelando la creciente tensión que desembocaría en los acontecimientos de la Pascua.


Palabra del Señor.

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