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Evangelio del día

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 22 sept
  • 2 Min. de lectura

Jesús enseña que la luz no se esconde, sino que se comparte. Todo secreto será revelado y a quien escucha con fe se le dará más, pero al que no, se le quitará hasta lo que cree tener.


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Jesús enseña sobre la luz y la verdad en su predicación

Galilea, siglo I. En su continuo mensaje al pueblo, Jesús dirigió hoy unas palabras cargadas de simbolismo, usando la imagen de una lámpara encendida para exhortar a vivir en la claridad de la verdad y no en la oscuridad del silencio o el ocultamiento.


“El candil se coloca en el candelero para que todos los que entran tengan luz”, afirmó el Maestro ante el gentío que lo escuchaba, subrayando que lo verdadero no debe permanecer oculto, sino hacerse visible para el bien común.


La enseñanza, recogida en el Evangelio según san Lucas (8, 16-18), resalta que lo secreto tarde o temprano será conocido y que la actitud de cada persona frente a la Palabra determina su fruto espiritual.


“Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”, insistió Jesús, en un llamado directo a la responsabilidad personal al escuchar su mensaje.


El pasaje, breve pero contundente, ha sido interpretado a lo largo de los siglos como una invitación a vivir con coherencia, compartiendo la fe y los dones recibidos en lugar de ocultarlos. Además, plantea una advertencia: la indiferencia o la superficialidad frente a la verdad puede conducir a perder incluso lo poco que se posee.


Con este discurso, Jesús refuerza la idea central de su predicación: la luz, símbolo de la fe y de la verdad, no está destinada a quedar escondida, sino a iluminar la vida de quienes la reciben y comparten.

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