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Evangelio del día

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 6 nov
  • 2 Min. de lectura

Jesús enseña que Dios se alegra más por un pecador que se convierte que por muchos justos. Como el pastor que halla su oveja o la mujer que recupera su moneda, el cielo celebra cada regreso al bien.


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“Habrá alegría en el cielo por un pecador que se convierta”

Evangelio según San Lucas (Lc 15, 1-10)

En este pasaje del Evangelio, Jesús ofrece dos parábolas que revelan la infinita misericordia de Dios y su gozo ante la conversión del pecador. A medida que los publicanos y pecadores se acercaban a escucharlo, los fariseos y los escribas murmuraban, criticando su actitud acogedora: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. Ante sus quejas, Jesús responde con imágenes sencillas pero profundas.


Primero, habla del pastor que deja las noventa y nueve ovejas en el desierto para ir en busca de la que se ha perdido. Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros lleno de alegría y convoca a sus amigos para celebrar el hallazgo. Jesús enseña que “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.


Luego, presenta la parábola de la mujer que pierde una de sus diez monedas y enciende una lámpara para buscarla con esmero hasta encontrarla. Al hallarla, invita a sus amigas y vecinas a compartir su alegría. De igual modo —dice Jesús— los ángeles de Dios se regocijan cuando un solo pecador se convierte.


El mensaje central de este Evangelio subraya el valor único de cada persona ante los ojos de Dios. Nadie es insignificante ni está perdido para siempre. La misericordia divina no se limita ni se cansa; busca, rescata y celebra la reconciliación. Jesús muestra que el amor de Dios no excluye, sino que abraza especialmente a quien más necesita ser encontrado.


En un tiempo en que el juicio y la exclusión parecen dominar las relaciones humanas, este texto invita a reflexionar sobre la ternura del Padre y la alegría del perdón. Convertirse no significa solo cambiar de rumbo, sino permitir ser encontrado por ese amor que no se rinde y que celebra cada regreso al camino.


Palabra del Señor.

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