Evangelio del día
- Jaime Rodriguez
- 23 sept
- 2 Min. de lectura
Jesús enseña que su verdadera familia son quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen, recordándonos que estamos llamados a vivir el Evangelio en obras.

Jesús redefine los lazos familiares: “Mi madre y mis hermanos son los que cumplen la Palabra de Dios”
Jerusalén.– En medio de una multitud que lo rodeaba, Jesús ofreció una enseñanza que rompió con los esquemas tradicionales de su tiempo, al declarar que la verdadera familia trasciende los vínculos de sangre.
De acuerdo con el relato del evangelista Lucas (8, 19-21), la madre y los hermanos del Maestro intentaron acercarse a Él, aunque no pudieron debido a la gran cantidad de personas congregadas. Ante el aviso de que su familia esperaba afuera, Jesús pronunció una frase que marcaría su visión espiritual de comunidad: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.
El mensaje, considerado uno de los más directos sobre la naturaleza del discipulado, subraya que la pertenencia al Reino de Dios no depende del parentesco ni de privilegios, sino de la fidelidad a la Palabra.
Especialistas bíblicos señalan que este pasaje fue clave en la predicación cristiana primitiva, pues abría un horizonte incluyente a todos los creyentes, colocándolos en un mismo nivel de cercanía con Jesús que su propia familia terrenal.
Con esta declaración, el Nazareno no restó importancia al rol de su madre María, sino que resaltó en ella y en quienes la imitan el modelo perfecto de escucha y obediencia a Dios.
La enseñanza sigue teniendo vigencia en la actualidad, en un mundo donde muchas veces la fe se ve reducida a tradición cultural. Según líderes religiosos, el pasaje invita a renovar el compromiso de vivir la fe de manera activa, haciendo de cada creyente un verdadero miembro de la familia de Cristo.












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