Evangelio del día
- Jaime Rodriguez
- 8 nov
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Jesús enseña que nadie puede servir a dos señores: o se ama a Dios o al dinero. La fidelidad en lo poco revela el corazón justo; lo que el mundo exalta, Dios lo aborrece.

Evangelio según san Lucas 16, 9-15 — Reflexión periodística
En este pasaje del Evangelio, Jesús ofrece una enseñanza profunda sobre la fidelidad, el desapego y el verdadero valor de las riquezas. Invita a sus discípulos a “ganarse amigos con el dinero de iniquidad”, una frase que no ensalza el dinero, sino que exhorta a usar los bienes materiales con sabiduría y generosidad, poniéndolos al servicio del bien y no como fin último.
El mensaje central se resume en una advertencia moral y espiritual: quien es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho. Jesús subraya que la integridad no depende de la cantidad, sino de la actitud del corazón. Si alguien no es digno de confianza con lo material —llamado aquí “riqueza injusta” por su carácter efímero—, ¿cómo podría recibir lo verdaderamente valioso, que es la vida eterna?
El Maestro declara con fuerza que “ningún siervo puede servir a dos señores”: Dios y el dinero representan caminos opuestos. La riqueza, cuando se convierte en ídolo, esclaviza al corazón y desvía la mirada de la justicia y la compasión.
Los fariseos, amantes del dinero, se burlan de sus palabras, evidenciando el contraste entre la apariencia y la verdad interior. Jesús les recuerda que Dios no se deja engañar por la fachada humana, porque mira lo que hay en el corazón. Aquello que los hombres consideran grande y deseable —el poder, la fortuna, el prestigio— puede resultar abominable ante Dios si no está acompañado de humildad y rectitud.
Este texto evangélico propone una reflexión vigente: la verdadera riqueza no se mide en posesiones, sino en fidelidad, honestidad y servicio. Jesús llama a los creyentes a administrar los bienes del mundo con responsabilidad, sabiendo que lo material es solo un medio para alcanzar lo eterno.
Palabra del Señor.












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