Salmo de hoy
- Jaime Rodriguez
- 13 sept
- 1 Min. de lectura
El salmo invita a alabar al Señor en todo tiempo y lugar. Su gloria supera los cielos y Él se inclina hacia la tierra para levantar al pobre y al desvalido, mostrando su poder y misericordia sin fin.

El salmo 112 proclama la grandeza de Dios y su cercanía con los humildes
La liturgia de hoy propone como salmo responsorial el número 112, un canto que exalta el nombre del Señor y lo presenta como fuente de alabanza continua. Desde la salida del sol hasta su ocaso, se invita a los fieles a bendecir al Dios que reina sobre todas las naciones y cuya gloria se eleva por encima de los cielos.
El salmista destaca no solo la grandeza del Creador, sino también su compasión: un Dios que, a pesar de su majestad, se inclina para mirar la tierra y atender a los pequeños. En imágenes de gran fuerza poética, el texto describe cómo el Señor levanta al desvalido del polvo y alza al pobre de la basura, recordando que la dignidad de los humildes encuentra en Él su fundamento y esperanza.
El estribillo, repetido por la asamblea, condensa este mensaje en una proclamación de confianza: “Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre”. Así, el salmo 112 se convierte en un llamado a mantener viva la alabanza y a reconocer que la grandeza divina se manifiesta en su cercanía con los más necesitados.












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