Salmo del dia

El salmo proclama confianza en la bondad del Señor: Él escucha a los pobres, levanta a los humildes y salvará a su pueblo, reconfortando a quienes aman su nombre.

El Salmo 68 eleva un canto de esperanza para los humildes y oprimidos

Ciudad del Vaticano, 3 de noviembre de 2025 — El Salmo Responsorial de hoy, tomado del Salmo 68 (versículos 30-31, 33-34, 36-37), resuena como una plegaria profunda de fe y confianza en medio del sufrimiento. Bajo el lema “Que me escuche, Señor, tu gran bondad”, el texto sagrado expresa la voz del creyente que, aun herido y abatido, mantiene su esperanza en la misericordia divina.

El salmista se presenta como un “pobre malherido” que confía en que la salvación de Dios lo levantará. En medio de la prueba, promete alabar al Señor con cantos y acción de gracias, convencido de que la alabanza es el camino que transforma el dolor en fortaleza espiritual.

Los versículos destacan una verdad que atraviesa toda la Escritura: Dios escucha a los humildes y no desprecia a quienes viven en cautiverio, ya sea físico, emocional o espiritual. La promesa final del salmo anuncia una restauración completa: “El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá, y las habitarán en posesión”.

En su interpretación, el padre Ernesto Lora, liturgista dominicano, explicó que este salmo “es un eco del corazón de los pobres que esperan la intervención de Dios. No se trata solo de una súplica, sino también de una proclamación de esperanza para todos los que perseveran en la fe a pesar de la adversidad”.

La liturgia de este lunes, en conjunto con el Evangelio del día, refuerza el mensaje de que el Señor mira con predilección a los humildes y promete justicia a quienes sufren. En un mundo marcado por desigualdades, el Salmo 68 se convierte en un recordatorio de que la grandeza de Dios se manifiesta en su cercanía con los más pequeños.

“Miradlo, los humildes, y alegraos; buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.” — Salmo 68, 33