Salmo del día
- Jaime Rodriguez
- 1 nov
- 2 Min. de lectura
El salmo proclama que solo los de corazón puro y manos limpias pueden acercarse al Señor y recibir su bendición. Es la generación que busca su rostro.

Salmo 23: La pureza del corazón, llave para ver el rostro de Dios
El Salmo 23 (24) resuena hoy como un canto de adoración y esperanza: un llamado a reconocer la soberanía absoluta de Dios sobre toda la creación y a vivir con un corazón puro para poder encontrarse con Él.
“Del Señor es la tierra y cuanto la llena”, proclama el salmista, recordando que el mundo no pertenece al hombre, sino a su Creador, quien lo estableció sobre los mares y los ríos. Es una afirmación de fe y humildad ante el poder divino: todo cuanto existe tiene su origen en Dios.
La pregunta central del salmo —“¿Quién puede subir al monte del Señor?”— invita a la reflexión espiritual. No basta con cumplir ritos externos; el verdadero encuentro con Dios requiere manos inocentes y corazón limpio, una vida libre de falsedad y de idolatrías, orientada por la verdad y la justicia.
A quienes perseveran en esta pureza interior, el salmo les promete la recompensa divina: “Ese recibirá la bendición del Señor y la justicia del Dios de salvación”. Es el retrato de una generación que no busca el éxito mundano, sino el rostro del Señor, símbolo de comunión, cercanía y amor eterno.
En la liturgia de hoy, el estribillo —“Esta es la generación que busca tu rostro, Señor”— se convierte en una súplica y un compromiso: ser parte de un pueblo que anhela a Dios con sinceridad, que vive en la verdad y que construye su vida sobre la pureza, la fe y la esperanza.
El Salmo 23 nos recuerda, así, que solo quien se presenta ante Dios con un corazón limpio y una vida justa puede ascender al monte sagrado y contemplar su rostro.












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