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Salmo del día

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 7 nov
  • 2 Min. de lectura

El salmo invita a cantar al Señor por sus maravillas y su fidelidad. Dios revela su salvación a todas las naciones y muestra su justicia. Toda la tierra está llamada a aclamar su victoria con alegría.


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Reflexión litúrgica – Salmo 97 (1-4): “El Señor revela a las naciones su victoria”

El Salmo responsorial de este viernes, tomado del Salmo 97, es un canto de júbilo que celebra la manifestación del poder y la fidelidad de Dios ante todo el mundo. Su tono es de victoria, de reconocimiento agradecido ante las maravillas que el Señor realiza por su pueblo.


“Cantad al Señor un cántico nuevo” abre la invitación a renovar la alabanza. No se trata solo de repetir oraciones antiguas, sino de cantar desde la experiencia viva de un Dios que sigue actuando en la historia. Cada día ofrece un motivo nuevo para el agradecimiento, una victoria que se manifiesta incluso en medio de las dificultades.


El salmista declara que Dios da a conocer su salvación y revela su justicia a las naciones. Ya no es una fe encerrada en un pueblo o en un templo: la misericordia del Señor se extiende a todos los confines de la tierra. En esa universalidad se anuncia la buena noticia del Evangelio: la salvación es don ofrecido a toda la humanidad.


Además, el texto recuerda la memoria divina: “Se acordó de su misericordia y su fidelidad”. Frente a la fragilidad humana, Dios permanece constante. La historia de Israel —y la de cada creyente— está sostenida por esa fidelidad que no se rompe ni se olvida.


Finalmente, el salmo concluye con un llamado a la alegría colectiva: “Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.” Es una invitación a que la creación entera participe en la alabanza. La fe no se guarda en silencio; se celebra con gozo, con canto y con vida.


Este salmo es, en esencia, una proclamación de esperanza. Aun cuando las sombras parezcan dominar, el creyente confía en que el Señor sigue revelando su victoria: una victoria no de poder humano, sino de amor que salva y transforma.


“Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.”


Palabras que nos recuerdan que el amor de Dios no conoce fronteras, y que su justicia se manifiesta en cada acto de fe, de compasión y de esperanza viva.

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