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Santo del dia

  • Foto del escritor: Jaime Rodriguez
    Jaime Rodriguez
  • 17 oct
  • 2 Min. de lectura

San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, sufrió persecución hasta Roma y murió en el Coliseo. Sus siete cartas son guía de fe, unidad eclesial y amor a Cristo.


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San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir

17 de octubre


San Ignacio de Antioquía, nacido a mediados del siglo I, fue el tercer obispo de Antioquía —tras san Pedro y san Evodio— en una de las comunidades cristianas más importantes del mundo antiguo, situada en la actual Siria. Según la tradición, fue discípulo del apóstol san Juan, de quien aprendió la fe y el amor ardiente a Cristo. Su nombre, Ignacio, que significa “de fuego”, refleja el fervor y la pasión con los que sirvió a Dios y a la Iglesia.


Durante el reinado del emperador Trajano, los cristianos fueron duramente perseguidos. Ignacio, firme en su fe, se negó a renunciar a Cristo y fue condenado a morir en Roma. Encadenado, emprendió un largo viaje desde Siria hasta la capital del Imperio, soportando humillaciones y torturas. A lo largo de su camino, fue acogido por comunidades cristianas que lo alentaban y a las que él, con espíritu pastoral, dejó palabras de consuelo, fe y unidad.


En Roma, durante los juegos públicos en el Coliseo, fue devorado por las fieras alrededor del año 107. Antes de su muerte, escribió a los fieles de Roma:


“Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras para llegar a ser pan puro de Cristo”.


Sus siete cartas —a las comunidades de Éfeso, Magnesia, Trales, Roma, Filadelfia, Esmirna y a san Policarpo— son joyas de la teología cristiana primitiva. En ellas, Ignacio afirma la presencia real de Cristo en la Eucaristía, defiende la autoridad del obispo como centro de la unidad eclesial y utiliza por primera vez el término Iglesia católica para designar la universalidad del pueblo cristiano.


También combate las herejías de su tiempo, especialmente el docetismo, que negaba la verdadera humanidad de Cristo. Su testimonio es uno de amor absoluto: amor a Cristo hasta el sacrificio total y amor a la Iglesia como cuerpo vivo del Señor.


San Ignacio de Antioquía sigue siendo modelo de pastor fiel, de discípulo apasionado y de mártir que encuentra en la cruz no el fin, sino la plenitud de su unión con Cristo.


Oración:

Señor, tú que concediste a san Ignacio de Antioquía el ardor de la fe y el valor del martirio, concédenos imitar su amor a Cristo y a la Iglesia, para que también nosotros, fortalecidos por tu gracia, sepamos confesar tu nombre con valentía y fidelidad. Amén.

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