Santo del dia
- Jaime Rodriguez
- 17 nov
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Santa Isabel de Hungría murió a los 24 años, ya considerada santa por su vida de caridad. Reina, esposa y madre muy joven, eligió la pobreza franciscana, dedicándose a servir a los enfermos y más necesitados con humildad ejemplar.

Santa Isabel de Hungría, terciaria franciscana
17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría, una de las figuras más luminosas de la caridad cristiana, murió a los 24 años, en 1231, dejando una huella que convirtió su nombre en sinónimo de misericordia. Para muchos de sus contemporáneos, ya entonces era “santa”.
Nacida en 1207, hija del rey de Hungría, fue entregada en matrimonio a los 14 años a Luis de Turingia, con quien tuvo tres hijos y un matrimonio ejemplar. A los 20 años, quedó viuda abruptamente, pero lejos de buscar privilegios o recuperar posición política, tomó una decisión que marcaría su vida: abrazar la pobreza franciscana como miembro de la Tercera Orden fundada por San Francisco de Asís.
Isabel dedicó su vida al servicio directo de los necesitados. No delegaba la caridad; la ejercía con sus propias manos. Visitaba hospitales, cuidaba enfermos, alimentaba hambrientos y se acercaba sin temor a los más marginados, incluso a quienes sufrían enfermedades repugnantes para la sensibilidad de la época. Nada de esto la apartó su condición de noble: por el contrario, consideraba un honor servir a Cristo en los pobres.
Su intensa vida espiritual y su amor radical por los desamparados hicieron de Isabel un faro para la Iglesia medieval. Tras su muerte, los testimonios sobre milagros y gracias atribuidas a su intercesión proliferaron, y solo cuatro años después, en 1235, fue canonizada.
Hoy es un modelo de entrega total, de confianza en Dios y de una caridad que no conoce fronteras ni temores, recordándonos que la santidad pasa también por las obras concretas de amor hacia los más vulnerables.












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